Aurora acaba de perder a su padre. Su relación se había ido estropeando con los años y no sabe cómo enfrentarse a este momento. Su padre se había convertido casi en un extraño para ella y ahora tiene que encargarse de que todo quede resuelto y cerrado.
Al volver a reencontrase con su familia y con los amigos de su padre en el tanatorio se da cuenta de que no conoce nada de él. La visión que tiene de su padre choca con la de todos estos conocidos. ¿Podía ser su padre la buena persona que todos recuerdan? Pero fue su culpa que su madre les abandonara y no regresara a casa. Aunque los recuerdos sobre su madre también son bastante borrosos…
El padre de Aurora era cerrajero, pero no uno normal. Gracias a su talento se había ganado la estimación de todos sus vecinos. Sus llaves eran capaces de crear aperturas a momentos pasados, donde el dueño de la llave podía revivir sus recuerdos en primera persona.
Mirar al pasado puede ayudarnos a comprender nuestro presente, a aceptar lo que pasó, pero también puede atraparnos e impedirnos seguir con nuestra vida. Además los recuerdos son personales, se deforman según nos alejamos de su punto de creación, se adaptan a nuestra interpretación de los sucesos. Es peligroso confiar solo en nuestros recuerdos y no compararlos con los de las personas que nos rodean.
El cerrajero habla de la pérdida, de los remordimientos y también del valor de los recuerdos. Las personas que se van quedan en nuestra memoria.
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